Así como el siglo XIX estuvo signado por el surgimiento de los conflictos sociales, lo que constituyó el centro de interés de las nacientes Ciencias Humanas y Sociales, el siglo XX se caracteriza por la irrupción decidida de la problemática del sujeto.
Así como el anterior es el siglo del surgimiento de la Sociología como Ciencia, el presente es el siglo de la instauración científica de la Psicología. Por ello, no es de extrañar que en las postrimerías del milenio y comienzos de 2000, la articulación entre lo social y el sujeto, de la Sociología y la Psicología , venga a reclamar para sí un lugar que le corresponde.
Ese lugar y este tiempo es el de la Psicología Social.
Sabido es que lo social impregna todos los actos del sujeto (de una u otra forma, sutil o desembozada, consciente o inconsciente) y carga con su impronta cual precio que los individuos, en el reino de lo humano, por su condición (esencialmente social) deben pagar.
Pero sabemos que el sujeto resiste, de una y mil maneras los embates de lo social, e insiste, tozudamente, en jugar su peculiaridad.
Encontrar una articulación que, al mismo tiempo, respete el surgimiento de la subjetividad y dé cuenta de la inevitabilidad que implica (se juega, siempre, con otros): constituirá el campo específico de la Psicología Social.
Abreva, para constituirse, en los grandes descubrimientos de las ciencias, pero la Teoría Social y la concepción del sujeto serán sus fundamentos.
Y allí está ese aspecto del individuo genialmente estudiado por Jean Píaget, quien logró desentrañar el proceso en que el sujeto, que conoce, que aprende, que estudia, se constituye. Y nos muestra los distintos momentos del sujeto cognoscente.
Los fecundos aportes de Sigmund Freud caracterizando esa otra dimensión del sujeto, la de los afectos, los sentimientos, la sexualidad, el deseo, el amor ... permite abordar rigurosamente al sujeto deseante.
Por el lado de lo social, la preocupación por el individuo que viene al mundo cargado de necesidades que se satisfacen socialmente, que nada es sino en una trama de relaciones sociales que lo constituye y lo determina, llevó a instalar ía preocupación por su dimensión social: el sujeto productor.
En este contexto la Psicología Social instala su pregunta: ¿sobre ese sujeto que se resiste a ser parcelado, reducido, que aún siendo necesario segmentarlo para conocerlo y descubrir sus dimensiones, sin embargo, en la angustia cotidiana, las más de las veces, es todo él quién soporta las consecuencias de sus actos ... ¿quién se ocupa?.
El sujeto trabaja, pero al hacerlo, piensa y ama; al amar trabaja y piensa y, al pensar, trabaja y ama.
Fuente: Folleto institucional del IsCihs